Un científico necochense por el mundo

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Cristian Moukarzel es doctor en física. Trabajó en Alemania, Brasil y México. Se halla radicado en el país azteca desde el año 2000

Quiso volver a la Argentina para trabajar como físico en varias ocasiones. Pero no pudo ser. Cristian Moukarzel desarrolló su profesión en el exterior.   Tiene 63 años y acaba de jubilarse como científico de la Unidad Mérida de Cinvestav, un organismo estatal de México. Es doctor en física y reside en el Caribe mexicano, en la península de Yucatán.

Regresó a la Argentina, donde se reencontró con parte de su familia. Viajó a Necochea, desde Buenos Aires, junto a su hijo mexicano Ian, y su hermano Damián, este último radicado actualmente en Santiago del Estero, la tierra natal de su padre Angel Moukarzel, ingeniero (ya fallecido) que tuvo activa vida profesional, social y política en Necochea años atrás.

Entrevistado para el programa “El Ciudadano” por el periodista Hugo Möller, Cristian Moukarzel hizo un repaso de su carrera profesional y también transmitió cómo fue este reencuentro con la ciudad de su niñez y adolescencia.

-¿Dónde cursaste estudios?

-En Necochea hice la primera mayormente en la Escuela N° 28, estudié el secundario en el Colegio Industrial (cursando la carrera de electromecánica, que terminé en 1978). No sabía qué estudiar en la Universidad y como mi papá, que era santiagueño, había estudiado en Rosario, me sugirió que fuera allá y comenzara ingeniería civil. Lo hice. Estudié cinco años esa carrera y me di cuenta que me gustaba, pero no me apasionaba.  Me gustaba más la física y en 1982 pensé en estudiar física. Pero me quedé en Rosario. En 1983 decidí dejar ingeniería y me fui a Bariloche a estudiar física.

-¿Lo hiciste en el Instituto Balseiro?

-Sí. En ese momento sólo había dos carreras: física e ingeniería civil. Y había becas (que sigue dando hoy)  la Comisión Nacional de Energía Atómica. Había 30 becas por año. Había que ir a Buenos Aires a dar el examen. Si te gustaba mucho la física y tenías entusiasmo, no era cosa del otro mundo…

Una vez en Bariloche descubrí un mundo bellísimo. Por el entorno, por el ambiente de trabajo, porque es un lugar dedicado al estudio, porque había muy pocas distracciones. Inicialmente uno vivía dentro del Instituto, con una beca que incluía el alojamiento, la alimentación y todo. Ya después del primer semestre podías salir a vivir afuera, al pueblo como le decíamos, que es la ciudad de Bariloche.  Lo hacíamos entre todos. Teníamos una vida de mucha dedicación a estudiar.  Es una carrera que exige mucha dedicación.

-¿Terminaste la carrera con qué título?

– Licenciado en física, primero, en 1986.  Empecé luego el doctorado en física, que terminé en 1991, ahora con una beca del Conicet. Todos mis estudios fueron siempre en escuelas públicas. 

– Siendo doctor en física, ¿cuáles fueron los pasos siguientes?

– Lo normal, cuando uno termina un doctorado, es trabajar en relación de semi-dependencia con un profesor senior, a lo cual se le llama post-doctorado. Me contrataron para hacer eso en Alemania, en un centro de investigación de lo que yo hacía, que era física computacional, con un profesor que se llama Hans Jürgen Herrmann, que fue mi tutor en mis primeros años de carrera, que era amigo de argentinos y que venía a este país. En una de sus visitas conoció mi trabajo y me invitó para que cuando terminara el doctorado me fuera a Alemania.  Por eso en 1991 me fui a trabajar con él.

Inicialmente yo no quería irme de Argentina. La idea era irme y regresar. Pero esa experiencia en el extranjero era necesaria como parte de la formación.

-¿Y qué ocurrió luego?

Lo que ocurrió luego fue que en 1991, por la situación política-económica, comenzaron a cerrarse puertas en Argentina. De hecho, quien era director del laboratorio donde yo estudiaba en Bariloche se tuvo que ir a España. Me quedé sin muchos contactos para volver. Fui estirando mi estancia en Alemania, donde estuve casi cinco años.  Mientras tanto vine algunas veces a Argentina para ver si había trabajo. No lo hubo.  Así que me dije: voy a volver a América Latina. Y me fui a Brasil.

-¿Estando en Alemania hablabas el idioma de ese país?

-Tuve que aprender.  Cuando ingresé al Balseiro el idioma alemán era obligatorio.  Hicimos una revolución para que lo sacaran. Después me arrepentí, porque llegué a Alemania y no sabía nada…Me arreglaba hablando inglés con la gente del laboratorio y después aprendí alemán como para manejarme en la calle.

– Viniste de Alemania a Brasil. ¿A qué ciudad de ese país?

– Inicialmente a Porto Alegre. Me ofrecieron de nuevo una beca. La vida del científico es de mucho estudio, hasta los más de 30 años en que terminás tu carrera de estudios normales, tenés título de doctor por lo general, y a partir de ahí son estancias cortas muchas veces, de formación como adicional, que pueden ser profesor visitante, post-doctorante, etc. Lo que es bastante difícil es conseguir un cargo fijo. En ciencia es bastante trabajoso.

Debido a eso yo quería estar en un lugar cerca (de Argentina) hasta que hubiera una plaza de profesor en alguna universidad.  En Brasil tampoco había en esa época disponibilidad de lugares. Entonces estuve con becas de institutos de estudios superiores de Brasil.  En Porto Alegre inicialmente y después me invitaron a Río de Janeiro.

Yo había pasado muchos años en Alemania, con frío, con cielo nublado, tiempo lluvioso, estaba harto del frío. Y cuando conocí Río de Janeiro me enamoré, me encantó. En realidad fui a Niteroi, que es la ciudad que está enfrente, cruzando la Bahía de Guanabara.

-Sin dudas, un contraste muy notable..

-Si. Los brasileños son iguales que nosotros, son muy abiertos, se hacen amigos. Tengo muy buenos recuerdos de ellos.  Es el lugar, después de Argentina, donde mejor me sentí. Estaba como en mi casa.  Pero lamentablemente tampoco había, en ese momento, lugares para trabajar.

Acercándose el año 2000 abrieron un concurso en México, en una institución estatal de investigación mexicana. Me presenté y gané el concurso.  Me invitaron a ir allí a dar una charla. Fui, me gustó, era un lugar también bastante caluroso. Es cerca del Caribe mexicano, en Mérida, que es donde vivo ahora. Tiene muy lindas playas. Pensé que también me gustaría vivir ahí. Y simultáneamente tuve que abandonar la idea de buscar trabajo en la Argentina. Había venido tres veces al país y siempre la respuesta fue negativa.

Muchos años después sí comenzaron a aparecer plazas de trabajo en la Argentina, pero yo ya estaba radicado en México, tenía compromisos, contratos, alumnos…

-¿Y continuaste desde entonces en el mismo lugar?

– Exactamente. Desde el año 2000 hasta el año pasado, en que me retiré, trabajé como profesor e investigador en una institución federal mexicana que se llama Cinvestav  (Unidad Mérida), donde se hace investigación científica y se forman post- graduados.(maestrías y doctorados).  Allí las obligaciones son hacer investigación, publicar libros, artículos y resultados, ir a conferencias, colaborar con investigadores de otros países y formar estudiantes. La formación tiene dos aspectos: las materias formales de la carrera y enseñarles a hacer investigación. Involucrarlos en los proyectos de investigación.

-¿En tu caso, como doctor en física, te abocaste a algún tema en particular?

-En general los físicos y los científicos en general tenemos grandes áreas de trabajo. Mi área de trabajo es la física computacional. Hago física teórica y realizo simulaciones en la computadora.  Esto tiene aplicaciones para un sinfín de áreas del conocimiento. No solamente en física. Yo he trabajado, además del área general de física que podríamos decir son propiedades de materiales sólidos, (se llama física del estado sólido), en cosas de sociología, problemas de biología, de economía (en un área que se llama ecónomo-física).  Ultimamente los físicos han incursionado por ahí, porque hay muchos métodos de mecánica estadística que tienen aplicación en muchos sistemas en los cuales hay un número muy grande de elementos que interactúan entre sí. Por ejemplo, la biología. Pueden ser individuos de una población o individuos que interactúan económicamente entre sí. La metodología que usamos para estudiar ese tipo de sistemas es muy parecida a la que se usa en sistemas físicos como átomos. 

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